De arrocero fracasado a triunfador de PlayStation: la historia de Akio Morita
En 1945, en medio de las ruinas del Tokio de posguerra, un físico de 24 años lee en un periódico que se ha abierto un improvisado taller de reparación de radios en unos grandes almacenes en ruinas. El fundador es su colega más antiguo del laboratorio militar. A los pocos días, el joven deja su prestigioso trabajo de profesor de física, hace las maletas y se marcha a la capital. Casi no tiene dinero. El país está en ruinas, escasean los alimentos y no hay esperanzas de recuperación económica. Pero en este sótano de reparación de radios está naciendo una empresa que cambiará la música y la televisión en unas décadas y lanzará a la estratosfera la percepción de la marca "Made in Japan". El físico se llama Akio Morita, y hace lo que parece un desafío a los dioses para el hijo de una familia tradicional japonesa: se niega a heredar el negocio de su padre y se dedica a la electrónica. En una carta a su familia, escribe que quiere crear cosas nuevas, no repetir las antiguas. La decisión se percibe como una traición. Pero este paso será el primero en la construcción de la empresa Sony que más tarde conquistará el mundo.
Este texto trata de cómo una pequeña empresa emergente en un país devastado por la guerra se convirtió en una compañía global, y por qué Sony se ha convertido en un icono no sólo de la tecnología sino también del estilo de vida. Cuáles de sus productos iniciaron una reacción en cadena de éxito y cuáles podrían haberlo arruinado todo. Trata de grandes decisiones y desafortunados (pero instructivos) fracasos. Y, lo que es más importante, trata de por qué el legado de Akio Morita sigue vivo, incluso cuando Sony ya no es la misma.
Una transición rápida
- De heredero del fabricante de sake a físico
- El nacimiento de Sony: caos de posguerra, un soldador y 375 dólares al principio
- La revolución de los transistores
- La filosofía de Morita: cómo pensaba el empresario que enseñó al mundo a comprar japonés
- Betamax vs VHS: cuando la superioridad técnica no es una victoria
- Sony compra Hollywood: cómo Morita combinó tecnología y contenidos
- El nacimiento de la PlayStation
- El legado de Morita
- Lo esencial: lo que la historia de Morita puede enseñarnos
De heredero de un fabricante de sake a físico
Akio Morita nació el 26 de enero de 1921 en Nagoya, en un mundo donde la palabra "tradición" significaba más que un diploma. Su familia llevaba en el negocio desde 1665, cuando empezaron a elaborar sake, hacer pasta de miso y embotellar salsa de soja en el pueblo de Kosugaya. Morita era el primer hijo de la familia y el decimoquinto (¡!) heredero, lo que significaba que su camino ya estaba trazado: continuar con el negocio, no estropear el nombre y mantener el listón alto.
Morita Kyuzaemon y su hijo Akio, de 4 meses. Ilustración: akiomorita.com
Su padre, Kyuzaemon, le educó para ser el sucesor del negocio: desde pequeño, le enseñó disciplina, calidad y pensamiento a largo plazo. Era una especie de academia corporativa integrada en la vida cotidiana. Y aunque Morita criticaría más tarde a las empresas occidentales por su obsesión por los beneficios a corto plazo, fue el colchón financiero de su familia lo que le permitió asumir el riesgo de construir una empresa en los escombros del Japón de posguerra.
Otra influencia vino de un lugar menos esperado: su madre. Ella le inculcó el amor por la música clásica. La familia fue una de las primeras del país en comprar un RCA Victrola, un tocadiscos que no sólo reproducía discos, sino que despertó el interés de Morita por la electrónica y el sonido. Así, el futuro fundador de Sony creció con una combinación de una dura escuela de negocios en casa y una suave pasión por la tecnología. Una combinación que le hizo peligroso... para las plantillas.
Aunque toda su vida había recibido formación para los barriles de sake, el corazón de Morita llevaba tiempo vagando en otra dirección: hacia las fórmulas, los cables y las señales.
No le atraía el comercio, sino la precisión: las matemáticas, la física, la electrónica.
Cuando era adolescente, construyó su propia emisora de radioaficionado, no porque necesitara llamar a alguien, sino porque quería entender cómo funcionaba todo.
Su pasión era tan profunda que sus estudios casi se echan a perder. Pero tras un brusco cambio al modo "empollar", acabó ingresando en la prestigiosa Escuela Secundaria Octava, donde siguió un curso de física. En 1944, Morita se graduó en la Universidad Imperial de Osaka con una licenciatura en física en la mano y al menos unas cuantas ideas en la cabeza. Y fue esta formación científica la que más tarde le permitió no sólo dirigir la empresa, sino también comprender lo que estaba creando y por qué. En Sony, nunca fue "sólo un directivo": era una persona que sabía cómo sonaba el futuro a nivel de frecuencia.
Había una guerra. Mientras los demás recibían avisos de alistamiento, Akio Morita -ya con un título de física en el bolsillo- se alistó en la marina japonesa. Le dieron un uniforme de teniente y, dada su formación técnica, le destinaron a una unidad técnica en la base aérea de Yokosuka y le instruyeron para trabajar con sistemas de guía térmica y dispositivos de visión nocturna. La guerra es un horror, pero para Morita fue un momento en el que la física pasó de repente de la teoría a la práctica.
Fue allí, entre los esquemas y los plazos del estilo "hay que tenerlo para ayer", donde conoció al hombre que lo cambiaría todo: Masaru Ibuka. Ibuka, un ingeniero 13 años mayor y con más experiencia, ya muy conocido en los círculos técnicos, era el representante de la industria en el Comité Científico Militar. Desde su primera conversación, los dos entablaron algo más que una cooperación: hubo química intelectual.
Morita veía a Ibuka como un inventor con fuego en los ojos, e Ibuka veía a Morita como un tipo que entendía igual de bien el esquema y el mercado.
Juntos analizaron no sólo el equipo, sino la guerra en su conjunto. Su conclusión conjunta fue simple y dolorosa: Japón perdió no sólo por estrategia, sino por atraso tecnológico. Este pensamiento nunca abandonó su mente, ni siquiera después de la rendición. Cuando todo terminó, Morita volvió a las aulas durante un breve periodo para enseñar física, pero ya sabía que demasiadas ideas habían quedado sin utilizar. Y cuando Ibuka decidió montar su propio negocio de electrónica después de la guerra, Morita no se limitó a aceptar. Ya estaba preparado.
El nacimiento de Sony: caos de posguerra, un soldador y 375 dólares para empezar
La verdadera historia de Sony no comienza con brillantes logotipos o salas de conferencias, sino con escombros. En septiembre de 1945, cuando Tokio aún humeaba tras el bombardeo, Masaru Ibuka abrió un pequeño taller de reparación de radios en el ruinoso edificio de los grandes almacenes Shirokiya, en el distrito de Nihonbashi. El polvo está en el aire, la ansiedad y el hambre de información están en la mente de la gente. Ibuka y su equipo reparan radios y montan convertidores de onda corta para que la gente pueda oír el mundo más allá de las ruinas.
Por esas fechas, Akio Morita, que acaba de regresar de la guerra, lee un artículo en el periódico sobre un viejo conocido de la marina que se ha dedicado a la electrónica. Inmediatamente le escribe una carta. Ibuka responde brevemente y al grano: "Ven a Tokio". Morita deja su trabajo de profesora en el Instituto Tecnológico de Tokio y se une al negocio. El 7 de mayo de 1946 fundan una empresa llamada Tokyo Tsushin Kogyo K.K. - Tokyo Telecommunications Engineering Company. El mundo aún no la conoce, pero en pocos años pasará a llamarse Sony.
Akio Morita y Masaru Ibuka, 1946. Ilustración: Sony
Empezaron con 20 empleados y un capital inicial de 190.000 yenes, que en aquella época eran unos 375 dólares. Una parte importante de esta cantidad fue aportada por la familia de Morita, lo que la convirtió automáticamente en el mayor accionista inicial. El primer presidente de la empresa fue el suegro de Ibuka, Tamon Maeda, antiguo ministro de Educación. Pero el verdadero manifiesto, el primer documento de la empresa, fue escrito por el propio Ibuka. No se trataba de beneficios, mercados o dominio. Se trataba de una idea: crear un lugar donde los ingenieros trabajaran libremente, con una mentalidad abierta, y crearan algo que ayudara a reconstruir la cultura de todo el país.
"Establecer una fábrica ideal que haga hincapié en un espíritu de libertad y mentalidad abierta que, a través de la tecnología, contribuya a la cultura japonesa".
Sony no nació como una empresa. Empezó como la ambición de crear un nuevo Japón, con un soldador, una idea y un presupuesto muy limitado.
Técnico y estratega: cómo se complementaron Ibuka y Morita
En los negocios, muchas asociaciones acaban en la fase de "visiones incompatibles". En el caso de Masaru Ibuka y Akio Morita, fue todo lo contrario: se compenetraron tan bien que los historiadores la califican como una de las "colaboraciones empresariales más productivas e interesantes del siglo XX".
Ibuka era un apasionado de la tecnología hasta la médula: inventor, ingeniero, un hombre que vio la electrónica incluso antes de que estuviera en las estanterías. Fue el impulsor de todos los avances, desde la radio de transistores hasta las primeras grabadoras portátiles. Morita también tenía formación técnica, pero lo suyo eran las finanzas, la estrategia y la ambición global. No pensaba en cómo funcionaba un aparato, sino en quién lo compraría y por qué, y cómo asegurarse de que esa compra fuera recordada.
Este dúo fue el principal motor del ascenso de Sony.
Ibuka creó el producto, Morita creó el mercado.
Uno era un genio en el laboratorio, el otro un visionario en presentaciones, conexiones y comprensión de la cultura de otros países. Morita aportó estabilidad financiera (incluso a través de lazos familiares) y un enfoque estratégico que permitió que los inventos de Ibuka llegaran a los escaparates de todo el mundo en lugar de quedarse en un cajón. Por separado, eran fuertes. Juntos, eran la combinación sin la cual ni Sony ni todo lo que hoy entendemos por "calidad japonesa" existirían.
Primeros productos y retos
En los primeros años de TTK (la futura Sony), no había más que un soldador, unos cuantos ingenieros decididos y mucho entusiasmo. Ni máquinas ni capital inicial. Pero había la principal moneda de cambio de la época: el ingenio. Y dio sus frutos. Entre los primeros productos de la empresa figuraban una arrocera eléctrica (un prototipo fallido que nunca llegó a fabricarse en serie: el arroz que producía era crudo o se cocía hasta convertirse en hormigón) y almohadas térmicas. Soluciones domésticas para un país que carecía incluso de electricidad. Ninguno de estos artilugios supuso un gran avance, pero demostraron que el equipo piensa con originalidad e intenta anticiparse a una necesidad antes de que sea evidente.
Olla arrocera experimental: una simple estructura de electrodos de aluminio en una cuba de madera no funcionaba: el arroz salía crudo o demasiado cocido, según el tipo y la cantidad de agua. Ilustración: Wikipedia
El primer gran avance fue el primer magnetófono japonés, el Tipo-G, presentado en 1950. Basada en los primeros diseños de Ibuka, la máquina funcionaba de verdad, grababa sonido y tenía el aspecto de un equipo de laboratorio. Era pesada, engorrosa y demasiado cara para el gran público. Las ventas fueron... digamos, modestas.
El primer magnetófono, el modelo Type-G, se presentó en 1950. Ilustración: Sony
Go Deeper:
Para crear este magnetófono se necesitaba una cinta magnética, una tecnología que sencillamente no existía en Japón por aquel entonces. Tras recibir una muestra de cinta de un aparato estadounidense, los ingenieros iniciaron una auténtica investigación química: dividieron la cinta, estudiaron su composición y comenzaron los experimentos en su propio laboratorio.
El componente clave era el óxido de hierro, que debía aplicarse uniformemente sobre la base de celuloide. Debido a la falta de equipos especiales, la mezcla se preparaba literalmente a mano: se mezclaba el óxido con barniz de cocina para azulejos y se aplicaba con un pincel. El resultado a menudo se emborronaba, se agrietaba o no aguantaba el sonido, pero los ingenieros persistieron en su búsqueda de la fórmula perfecta. Probaron 117 tipos de barniz y realizaron más de 400 ensayos antes de lograr una calidad uniforme que les permitiera lanzar la producción a pleno rendimiento. Este avance tecnológico fue la primera gran victoria de la joven empresa y la base de futuras innovaciones.
El nombre Sony: crear una identidad global
Pero fue este fracaso el que se convirtió en un momento clave para Morita. Se dio cuenta de lo que se convertiría en la base de toda la filosofía de marketing de Sony: la tecnología por sí sola no es el éxito. Si quieres que te compren una innovación, no sólo tienes que fabricarla, también tienes que explicarla, venderla y, lo más importante, crear un mercado para ella si aún no existe. Esta dolorosa experiencia obligó a Morita a plantearse no sólo cuestiones técnicas, sino también de marketing, antes de iniciar el desarrollo de un producto, y por eso Sony se convertiría más tarde en un maestro no sólo de la electrónica, sino también del deseo.
Cuando TTK empezó a mirar más allá de las fronteras japonesas, Ibuka y Morita se dieron cuenta enseguida de que el nombre "Tokyo Tsushin Kogyo" sonaba como un conjuro para el mercado mundial: largo, torpe y poco memorable. Incluso dentro del país, se acortaba a Totsuko, y para los extranjeros, era un sin sentido. Ideas como TTK o Tokyo Teletech fueron rechazadas, bien por conflictos con otras empresas, bien porque simplemente eran aburridas. Se sentaron con diccionarios y empezaron a inventar.
Así nació la palabra Sony.
Procedía de una combinación del latín "sonus" (sonido) y la palabra del argot americano "sonny", como se llamaba a los listillos en los años 50. En Japón, este apodo también se utilizó en el siglo XIX. En Japón, este apodo también era popular, y Morita e Ibuka creían sinceramente que se refería a ellos.
El primer producto con el nuevo logotipo fue la radio de transistores TR-55 en 1955. Y en 1958, la empresa se convirtió oficialmente en Sony Corporation. Fue una decisión tremendamente audaz para el Japón de la época y, por supuesto, provocó resistencia. El Banco Mitsui, por ejemplo, quería algo como Sony Electronic Industries, para que todo fuera claro y coherente. Pero Morita se mantuvo firme: la marca debía ser corta, internacional y no vinculada a una industria específica.
El primer producto bajo la marca Sony es la radio de transistores TR-55. Ilustración: Sony
Así, Sony se convirtió no sólo en un nombre, sino en una elección estratégica. Fue la primera señal clara de que Morita no pensaba como un empresario interno, sino como un arquitecto de marcas globales. Y el hecho de que el nombre se acuñara a partir de un diccionario no hace sino añadir profundidad a esta historia.
La revolución de los transistores
En la década de 1950, Sony hizo lo que se convertiría en su movimiento característico: tomó una tecnología que todo el mundo consideraba militar y la convirtió en un producto de masas que cambió los hábitos de millones de personas. Tras la visita de Masaru Ibuka a EE.UU. en 1952-1953, la empresa obtuvo una licencia de los Laboratorios Bell para utilizar transistores, los últimos componentes microscópicos de la época que prometían revolucionar la electrónica.
Otras empresas de la época miraban por encima del hombro a los transistores, literalmente: los consideraban un componente para el ejército. Ibuka y Morita vieron en ellos la oportunidad de crear algo para el mundo civil. En 1955 se presentó la TR-55, la primera radio de transistores de Japón, seguida de la TR-72 y la TR-6, modelos aún más exitosos. Pero el verdadero avance llegó en 1957 con la TR-63, que Sony posicionó como la primera radio "de bolsillo" del mundo.
La Sony TR-63 fue la primera radio "de bolsillo" del fabricante y el primer modelo exportado con éxito, en aquel momento el más pequeño del mundo. Ilustración: Sony
Sólo había un pequeño problema: esta radio "de bolsillo" no cabía en un bolsillo normal de camisa. Morita encontró una solución: dio a sus vendedores camisas con bolsillos más grandes. De este modo, el marketing se convirtió no sólo en un acompañamiento, sino en una herramienta para moldear nuevos comportamientos. Gracias al TR-63, Sony irrumpió en el mercado estadounidense y dio con el público en el que otros ni siquiera habían reparado: los adolescentes. Un dispositivo personal y portátil que podía llevarse a cualquier parte: era el comienzo de la era de la microelectrónica para los consumidores. Por primera vez, Sony no se limitó a vender un aparato. Creó un mercado, se anticipó a un deseo y convenció a la gente de que la vida no sería la misma sin esta radio. Y la electrónica japonesa no es un compromiso, sino el futuro. Y lo volvió a hacer una y otra vez.
En 1968, Sony volvió a superar los estándares al presentar el televisor en color Trinitron (modelo KV-1310), uno de los productos de mayor éxito en la historia de la empresa. En una época en que los televisores eran, en el mejor de los casos, una confusión de colores, el Trinitron producía una imagen realmente impresionante. Fue un gran avance tanto en tecnología como en percepción: Sony ya no se limitaba a competir, sino que fijaba el listón.
El primer televisor Trinitron de Sony: el doble de brillante que los modelos estándar y un avance clave en la televisión en color. Ilustración: Sony
El Trinitron no fue sólo un éxito comercial. En 1972 (algunas fuentes hablan de 1973), esta tecnología le valió a Sony el primer premio Emmy por sus logros en ingeniería, un acontecimiento que consagró oficialmente a la empresa como líder técnico. El entonces presidente de Sony era Akio Morita, y fue él quien estuvo detrás de la estrategia que transformó el televisor de mueble en emoción.
La era del Walkman
Quizá ningún aparato encarne mejor la intuición de Morita y el espíritu innovador de Sony que el Walkman. La idea nació de un simple deseo: el propio Morita quería escuchar música mientras paseaba, no para arrastrar una radio al parque, ni para molestar a los demás, sino simplemente para tener una "burbuja de sonido" personal. Masaru Ibuka también tenía un deseo similar, y solía llevar consigo un reproductor de casetes portátil en sus viajes. Así que decidieron que era hora de hacer algo más pequeño, ligero y personal.
Morita insistió en el concepto de un reproductor sencillo, sin altavoces ni grabación: sólo auriculares, pilas y música. La idea suscitó resistencia incluso dentro de Sony: "¿Quién compraría un reproductor que no graba?". Pero Morita adoptó la postura más dura posible: según la leyenda, prometió dimitir si el aparato no se vendía. El 1 de julio de 1979 se lanzó en Japón el Walkman TPS-L2, y no sólo fue un acierto, sino un gran éxito.
El primer Walkman: a pesar del escepticismo por la falta de grabación, se convirtió en un éxito mundial y marcó un nuevo estilo de vida. Ilustración: Sony
Tras el lanzamiento, la empresa empezó a promocionar el reproductor con diferentes nombres: Soundabout en Estados Unidos, Stowaway en el Reino Unido y Freestyle en Australia. Morita estaba furioso: esta estrategia diluía la marca. Insistió en un solo nombre -Sony Walkman- y lanzó una campaña en la que se distribuían aparatos a famosos y músicos, los influencers de la época.
El Walkman se convirtió en un fenómeno cultural mundial. Por primera vez, la gente podía llevar música consigo, no como ruido de fondo, sino como banda sonora personal de su propia vida. Se vendieron cientos de millones de aparatos y la propia marca se convirtió en un icono, no sólo un éxito técnico, sino un estilo de vida. No fue una victoria del mercado, sino de la intuición de Morita, que supo escuchar los deseos de los consumidores incluso antes de que se dieran cuenta.
La filosofía de Morita: cómo pensaba el empresario que enseñó al mundo a comprar japonés
Detrás de cada producto Sony que se ha convertido en un icono no sólo había conocimientos técnicos, sino también todo un sistema de principios: lo que más tarde se llamó "Morita Way" o "Sony Way". No se trata sólo de un curso de negocios, sino de un conjunto de creencias que han mantenido a la empresa en funcionamiento durante décadas.
La innovación está en el centro. Morita creía que no hay que preguntar al consumidor qué quiere, sino crear algo que ni siquiera conoce. Sony ha invertido sistemáticamente entre el 6% y el 10% de sus ingresos en I+D, no porque esté de moda, sino porque sin ella no hay futuro. El segundo pilar es la calidad.
Morita se propuso cambiar la actitud del mundo ante la inscripción "Made in Japan": de signo "barato" a símbolo de fiabilidad y excelencia en ingeniería.
Otro principio: el mercado no te espera, tienes que crearlo tú mismo. Tras los fracasos iniciales, Morita se dio cuenta de que los clásicos estudios de mercado sólo muestran el pasado. Así que, en lugar de seguir la demanda, Sony lanzó productos y luego los adaptó tras recibir comentarios. Todo ello estaba en consonancia con la visión a largo plazo: no perseguir beneficios trimestrales, sino construir un liderazgo para los años venideros. A diferencia de muchas empresas occidentales, Morita criticó los "beneficios de papel" y la desconexión con la producción real.
La educación es otro tema. En su libro Gakureki Muyō Ron (No importan los certificados escolares), escribió directamente que los certificados escolares no son un indicador del potencial. Morita valoraba más la iniciativa, la motivación, el liderazgo y el pensamiento práctico que las notas. E incrustó esta filosofía en la propia cultura de Sony.
Akio Morita. Ilustración: akiomorita.com
Expansión mundial: cómo Morita llevó a Sony más allá de Japón
Desde los primeros días de existencia de Sony, Akio Morita vio más allá del mercado japonés. El país acababa de salir de la guerra, la demanda interna era escasa y Morita comprendió claramente que si se quería escala, había que mirar a Estados Unidos. Tras un viaje a Europa en 1953, donde quedó impresionado por el alcance mundial de Philips, consolidó esta decisión. La estrategia era tan simple como brillante: o creas tu propia marca o trabajas para otra.
Fue un verdadero avance para el Japón de la época: Morita rechazó los lucrativos contratos OEM (producción bajo el logotipo de otro) e insistió en que el nombre de Sony figurara siempre, grande y orgulloso, en el producto. Para él, el logotipo no era sólo un tipo de letra: era la vida de la empresa, que había que proteger. Utilizó activamente métodos de marketing estadounidenses, desarrolló la publicidad e insistió en que la empresa debía hablar directamente con el cliente, no a través de intermediarios.
Las ambiciones de expansión mundial de Morita no se quedaron sobre el papel: actuó rápida y estratégicamente. Ya en 1960, Sony creó dos estructuras clave: Sony Corporation of America y Sony Overseas S.A. en Suiza. Y al año siguiente, la empresa dio un paso que en aquel momento parecía un gran avance nacional: se convirtió en la primera empresa japonesa en cotizar en la Bolsa de Nueva York. Las acciones se registran a través de los American Depositary Receipts (ADR), lo que abre el acceso al capital extranjero y eleva el perfil de la empresa a escala mundial.
En 1963, Morita se trasladó a Estados Unidos con su familia durante un año, no como turista, sino como estudiante. Estudió el idioma, el comportamiento y el pensamiento empresarial para hablar a Estados Unidos en su idioma. Su planteamiento se adelantó a su tiempo: combinar el pensamiento global con la comprensión local, para crear un producto de categoría mundial, pero adaptado a un consumidor específico. Para él, el marketing no consistía en vender, sino en explicar el valor de un producto nuevo y aún no evidente. Y esto es lo que, en última instancia, convirtió a Sony no sólo en un exportador, sino en una marca global que podía dictar los precios y marcar la pauta, no sólo en tecnología, sino también en cultura.
Pero Morita no se detuvo en las finanzas. En 1972, Sony abrió su primera fábrica en Estados Unidos, confiando no sólo en las ventas sino también en la producción local. Y ese mismo año, en un gesto hacia la balanza comercial, lanzó la Sony Trading Company para promover la exportación de productos estadounidenses a Japón. No era sólo un paso hacia la globalización, sino también una demostración: Sony quiere ser no sólo un actor en el mercado internacional, sino un socio que construya relaciones bilaterales.
El estilo de gestión de Morita: no es un jefe, sino un jefe de equipo
En Sony, Akio Morita no creó una empresa: construyó un vibrante ecosistema en el que ingenieros, vendedores y directivos trabajaban en equipo, no como engranajes de una máquina burocrática. Su estilo de gestión era atípico para el Japón de la época: en lugar de una jerarquía estricta, tenía un sentido de propósito común, y en lugar de roles rígidos, libertad para buscarse a sí mismo dentro de la empresa.
Morita creía que la motivación no tiene que ver con el dinero, sino con un reto, sobre todo para los ingenieros. Necesitan que se les dé una dirección, no una orden. Por eso valoraba la iniciativa, el debate abierto y no temía el conflicto de ideas: en su opinión, un choque de opiniones conduce a soluciones más sólidas que un consenso que reprime la individualidad.
En 1966, la empresa introdujo en Japón un sistema revolucionario: la movilidad interna, que permitía a los empleados trasladarse a otros departamentos sin el consentimiento de su superior directo. Esto no sólo ayudaba a las personas a liberar su potencial, sino que también servía como prueba de fuego: si todos querían abandonar un departamento, significaba que algo iba mal en la gestión del mismo.
Morita tampoco se distanciaba de sus empleados: visitaba las plantas y hablaba con todos, desde los altos directivos hasta los recién llegados. Saludaba personalmente a los jóvenes especialistas y recalcaba constantemente que el futuro de la empresa son las personas, no los informes para los inversores. Por eso no se basaba en los diplomas: le interesaban las habilidades prácticas, el carisma y las dotes de liderazgo. A veces, Morita incluso invitaba a activistas sindicales a formar parte del equipo directivo porque ya tenían una autoridad natural.
Su filosofía contrastaba con el modelo estadounidense: criticaba la concentración en los beneficios trimestrales, la excesiva dependencia de los consultores, la escasa seguridad del personal y la falta de voluntad para invertir a largo plazo en DR. Para él, las personas eran un activo, no un elemento de coste variable.
Así nació el SonyWay, una cultura corporativa que combinaba la lealtad y el largoplacismo japoneses con prácticas de RRHH flexibles y humanas. Esto se convirtió en la ventaja invisible pero real de la empresa y en la base de todos sus avances.
Betamax vs VHS: cuando la superioridad técnica no es una victoria
En 1975, Sony entró en el mercado con el Betamax SL-6300, el primer grabador de vídeo doméstico de éxito. La empresa tenía grandes planes: convertir el formato en un estándar, como había conseguido anteriormente con el sistema profesional U-matic. Sin embargo, un año después, JVC (filial de Matsushita) lanzó un competidor, el VHS, y comenzó la guerra de los formatos, que se convertiría en un caso de estudio clásico para cualquiera que hubiera intentado imponer un estándar en el mercado.
El primer grabador de vídeo Sony Betamax SL-6300. Ilustración: Sony
A pesar de la superior calidad de imagen del Betamax, ganó el VHS, y he aquí por qué:
- Tiempo de grabación: El VHS podía grabar 2 horas seguidas, el Betamax sólo 1. Para ver películas y grabar programas, esta duración era muy insuficiente. Sony no quería sacrificar calidad por duración y perdió en velocidad.
- El precio: Los reproductores VHS eran más sencillos y baratos de producir y comprar.
- Licencias: JVC abrió el formato a decenas de fabricantes(Panasonic, Hitachi, Sharp, etc.), mientras que Sony mantuvo Betamax en un marco estricto. Como resultado, el VHS no hizo más que llenar las estanterías de las tiendas.
- Contenido: los estudios, las distribuidoras e incluso la industria de 18+ apoyaron más activamente el VHS, por lo que se editaron más películas en él. Los consumidores simplemente elegían lo que era más fácil de encontrar y ver.
En 1981 , el VHS ya tenía el 70% del mercado, mientras que el Betamax sólo el 25%. Sony aguantó unos años más, pero finalmente se rindió en 1988, lanzando su propio reproductor de VHS.
Este fracaso enseñó una dura pero útil lección: no gana la mejor tecnología, sino la que mejor entiende las necesidades del mercado, construye un ecosistema y encuentra aliados. Ni siquiera Morita, con su talento para las marcas, pudo salvar el formato, que no contaba con el apoyo de la industria. En proyectos posteriores, Sony no repitió este error, por ejemplo, al crear CD con Philips.
Sony compra Hollywood: cómo Morita combinó tecnología y contenidos
En la segunda mitad de los 80, Morita hizo realidad su visión de la "convergencia": combinar la electrónica con la música, el cine y el entretenimiento. Creía que el futuro pertenecía a quienes creaban simultáneamente tanto los dispositivos como lo que se veía o escuchaba. Y se lanzó a por todas.
En 1988, Sony adquirió CBS Records Group, uno de los holdings musicales más famosos del mundo con los sellos Columbia y Epic, por 2.000 millones de dólares. Este activo se convertiría más tarde en Sony Music Entertainment. Y al año siguiente, se hizo un acuerdo aún más sonado: la empresa compró Columbia Pictures Entertainment (junto con TriStar y otros activos cinematográficos) por 3.400 millones de dólares más deuda. Así nació Sony Pictures Entertainment, y la corporación japonesa consiguió su propio frente cinematográfico en el corazón de Hollywood. En aquel momento, parecía una apuesta arriesgada.
Los analistas tenían dudas, la integración era difícil y los costes enormes.
Pero para Morita no se trataba de ganar dinero rápido, sino de una estrategia a largo plazo. Quería que Sony no fuera sólo un fabricante de televisores o reproductores, sino un auténtico actor multimedia que controlara toda la cadena: desde el contenido hasta el dispositivo. Fueron estos pasos los que allanaron el camino para lo que más tarde sería Sony: un híbrido de tecnología, cine, música y juegos. Y aunque Morita ya no estaba al timón, su visión siguió funcionando.
El nacimiento de PlayStation
La historia de la PlayStation no es sólo una revolución técnica en el mundo de los videojuegos, sino también la culminación de una filosofía que Akio Morita llevaba años construyendo. Aunque ya no participaba en la dirección operativa de Sony cuando se lanzó la primera consola, fueron sus principios -innovación, creación de nuevos mercados, confianza en los ingenieros- los que crearon el terreno sobre el que nació este proyecto rompedor.
Las figuras clave en el lanzamiento de la PlayStation fueron el genio técnico Ken Kutaragi, considerado el"padre de la PlayStation", y el Presidente de Sony Norio Ohga. Fue Ohga, protegido de Morita, quien dio luz verde al desarrollo independiente de la consola tras la ruptura pública de la asociación con Nintendo. La historia conoce pocos casos en los que la traición de un socio se convirtiera en un negocio multimillonario. Pero ocurrió, gracias a la ambición, la determinación y la cultura que impuso Morita.
Sony PlayStation, 1994. Ilustración: Wikipedia
Go Deeper:
La PlayStation no empezó como un empeño individual, sino como un esfuerzo conjunto con el entonces rey indiscutible de la industria del videojuego, Nintendo. A finales de la década de 1980, Sony y Nintendo iniciaron una empresa conjunta para desarrollar una unidad de CD-ROM para la Super Nintendo Entertainment System (SNES), de enorme éxito. Este periférico, antes conocido como "Play Station" o"SNES-CD", fue un movimiento estratégico para ambas compañías. Nintendo quería ampliar su sistema de cartuchos con CD de mayor capacidad. La asociación se anunció en el CES de 1991. Poco después, sin embargo, Nintendo canceló públicamente el acuerdo y anunció una nueva asociación con Philips, competidor de Sony. Para Sony, esto fue un insulto abierto, pero para Ken Kutaragi, fue un incentivo para demostrar que la empresa podía crear su propia plataforma de juegos y no ser un mero contratista de terceros. Y al final, fue esta traición la que se convirtió en el punto de partida de la primera PlayStation.
Aunque el propio Morita sufrió un derrame cerebral que provocó su dimisión oficial como presidente del consejo de administración en noviembre de 1994, pocos días antes del lanzamiento de la PlayStation en Japón, su estrategia de fusionar el hardware con los contenidos (música, películas, juegos) se materializó en estado puro con la consola. Combinaba la tecnología de CD de Sony con una nueva forma de entretenimiento, encarnando a la perfección la idea de convergencia que Morita había estado promoviendo desde su adquisición de CBS Records y Columbia Pictures.
Así pues, aunque Kutaragi creó el aparato en sí y Oga lo defendió entre bastidores, Morita fue quien en su día estableció las reglas del juego que luego jugaron con tanta brillantez.
El legado de Morita
En 1993, mientras jugaba al tenis, deporte que Morita adoraba, sufrió un derrame cerebral. Las consecuencias fueron graves: parálisis parcial, una silla de ruedas y una pérdida gradual de fuerza. En noviembre de 1994, abandonó oficialmente la presidencia del consejo de administración, cediendo la empresa a Norio Hozi, a quien había traído a Sony.
El 3 de octubre de 1999, a la edad de 78 años, Akio Morita murió de neumonía en un hospital de Tokio. Se había ido, pero lo que había construido -la empresa, la marca, la filosofía- seguía vivo. Y aún perdura.
Akio Morita no era sólo un hombre de negocios, sino también un activo intelectual que compartía de buen grado su visión del mundo. En 1966 publicó el libro"Don'tPayAttentiontoSchool Records", en el que pedía que no se juzgara a las personas únicamente por sus logros académicos, sino por sus habilidades prácticas, su motivación y su carácter. Su autobiografía más famosa es Madein Japan(1986), que no sólo cuenta la historia de Sony, sino que también compara las culturas empresariales de Occidente y Japón, y se convirtió en un éxito de ventas.
En 1989, Morita publicó el polémico libro The Japan That Can SayNo (El Japón que puede decir no), que escribió junto al político nacionalista Shintaro Ishihara. En él abogaba por una postura más independiente en las relaciones de Japón con Estados Unidos y criticaba la arrogancia norteamericana. Aunque Morita sólo escribió una parte de los textos (y no fue el autor de las declaraciones más duras), fue objeto de una oleada de críticas. Este episodio pareció contradictorio, porque Morita había construido previamente una imagen de "puente" entre Japón y Occidente.
Los libros de Akio Morita. Ilustración: gagadget
A pesar del escándalo, Morita desempeñó un papel clave en las relaciones económicas internacionales. Fue vicepresidente de Keidanren, la principal asociación empresarial de Japón, y miembro del llamado "grupo de sabios" en el diálogo entre Japón y Estados Unidos. Participó a menudo en importantes acuerdos internacionales, como ayudar a General Motors a invertir en Isuzu en 1972. Como uno de los empresarios japoneses más famosos en la escena mundial, Morita también ha dejado una importante huella en la economía política.
Lo que podemos aprender de la historia de Morita
Akio Morita pasó de ser el heredero de una familia de fabricantes de sake a cofundar el gigante mundial Sony. Junto con Masaru Ibuka, construyó una empresa que cambió la percepción mundial de la tecnología japonesa. Con productos como la radio de transistores, el televisor Trinitron y el Walkman, Morita no adivinó las tendencias, sino que las creó.
Su enfoque -pensar a largo plazo, dar prioridad a la innovación, respetar a los empleados y comprender el contexto mundial- sigue siendo fuente de inspiración hoy en día. Incluso el fracaso de Betamax fue una lección útil: la superioridad técnica no funciona sin un ecosistema de mercado y la atención a las necesidades del consumidor.
Morita combinaba lo que rara vez se combina: un físico de formación, un mercadólogo por intuición, un estratega global por vocación. Sus ideas sobre gestión, creación de marcas y trabajo con las personas aún se estudian en las escuelas de negocios. Tras su muerte, el Primer Ministro de Japón llamó a Morita "la locomotora que tiró de la economía japonesa", y no es ninguna exageración. Su forma de pensar, al igual que su empresa, nos ha acompañado durante mucho tiempo.
En una época en que las empresas persiguen los informes trimestrales, los principios de Akio Morita son un antídoto contra la miopía. Creer en la innovación, la marca, la humanidad y la responsabilidad global siguen siendo importantes en el siglo XXI. Y en este sentido, su historia no es sólo otra biografía de un personaje famoso, sino una guía para quienes construyen el futuro.
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